Tapia de Granada
(2017)


Cuando vivía y estudiaba en Granada, visitar y recorrer el cementerio de San José durante horas era uno de mis planes favoritos. Decía Antonio Gala que se puede conocer cómo es un pueblo visitando sus mercados y sus cementerios. Así fue como aprendí cada rincón de aquel recinto entre muros donde muteaba el tiempo para después volver a asumirlo con más conciencia.

Mucho antes de familiarizarme con las tareas de la memoria orientadas a experiencias traumáticas de España, la monotonía de ese recinto me llevó a curiosear por los exteriores del muro que lo delimitaba. A sólo unos metros de la entrada principal del cementerio pero a la misma vez alejada de las miradas de los que creen que la muerte, encontré una extensa tapia llena de restos de impactos. Granada fue tomada por el bando golpista desde los inicios de golpe de Estado franquista. Entre 1936 y 1956, fueron fusiladas 3.400 víctimas conocidas y más 600 víctimas “desconocidas”. Aunque difícilmente se puede señalar un número exacto de las víctimas ya que entre los años 60 la fosa fue exhumada y no se conoce el destino de los restos. 

Los Libros de Enterramientos del cementerio de San José de Granada fueron destruidos en la franja cronológica de 1936 a 1939 y la colaboración del Ayuntamiento de Granada para ayudar a la localización de la fosa y la identificación de las víctimas es nula. Más información en este enlace.

Sin embargo, decenas de impactos de disparos destinados a herir a algún hombre, mujer o niño continúan en la tapia exterior del cementerio. Disparos que en aquel momento se encontraba junto a una rudimentaria y vandalizada placa que las asociaciones memorialistas colocaban y el Ayuntamiento de Granada se empeñaba en quitar.






En una de mis visitas no sólo encontré aquellos disparos sino que al mirar hacia abajo vi unas cenizas esparcidas a los pies del muro, sobre la vegetación. En mi cabeza especulé. No debió pasar pasar mucho tiempo desde que fueron arrojadas allí. Quizás ese mismo día. Quizás eran de un hijo o hija, sobrino, nieto incluso de algún familiar al que le quitaron la vida y con ella miles de momentos naturales junto a su núcleo familiar. Más de 80 años después, probablemente depositar las cenizas en aquel lugar es la única manera de volver a vincularse con ese familiar que debió estar, abrazar y acompañar pero sólo estuvo presente en la memoria de sus parientes. Esta es la verdadera herida abierta de cientos de miles de familias atravesadas por el genocidio, el fascismo y la violencia política de un país que las sigue ignorando.