Tormento de mala nube
(2022)











El tronco racial del marxista español es judeo-morisco, mezcla de sangre que le distingue psicológicamente del marxista extranjero, semita puro. Me limito a señalar la característica, sin profundizar en ella, pues hoy me interesan sólo los factores disgregativos sembrados a voleo entre los patriotas, con la pretensión de dificultar el triunfo del Alzamiento Nacional. Hay que esperar del marxista enmascarado que pulula en la zona nacional todos los daños que dictan el rencor y el resentimiento a las razas humilladas y vencidas.

Antonio Vallejo-Nágera, conocido como “el Mengele Español” (1941)



El empeño en usar el concepto raza para argumentar la opresión y discriminación de los pueblos y ejercer violencia sobre determinadas culturas ha sido una práctica que ha enturbiado la historia universal. En Tormento de mala nube, la artista María Rosa Aránega Navarro hace una revisión de estas violencias ejercidas en territorio andaluz desde el año 711 –cuando formaba parte de la antigua Al-Ándalus, nombre con el que se designó al territorio de la península ibérica bajo dominio musulmán– hasta la contemporaneidad.

Para el Museo José María Moreno Galván se plantea un mapeado a través de imagen y texto sobre las relaciones entre identidad, memoria, violencia y supervivencia en Andalucía, especialmente en dos momentos clave de su historia: la definitiva conquista de los Reyes Católicos en 1492 y la Guerra Civil Española en 1936. La muestra se encuentra vehiculada por letras flamencas, con versos de Manuel Agujetas y de los moriscos Manuel Gerena y Francisco Moreno Galván. Sus letras, que mantienen un carácter atemporal y comprometido políticamente, guían el diálogo visual de la muestra, conectando y generando una resignificación entre episodios pasados y presentes.

A partir de 1492, los Reyes Católicos despliegan una maquinaria de persecución y exterminio al diferente, especialmente en los territorios conquistados tanto en la península como en América. Además de la expulsión de la población sefardí y musulmana, la persecución también puso su foco en la población andalusí conversa, morisco y marranos (judíoconversos), a los que se les exigió demostrar constantemente su buena conversión. Aunque la Inquisición española no fue la más mortífera de Europa –ya que en gran medida se centraban en castigos económicos–, sí fue la que más tiempo estuvo vigente, hasta 1834.

También se puso atención en la exterminación del idioma hablado durante cientos de años en Al-Ándalus y en aquellas costumbres asociadas a la cultura andalusí. Incluso se llegó a crear un plan de extermino de la población gitana, denominado La Gran Redada (1749), que mandó retener y separar a hombres y mujeres para conseguir su “extinción”. A la mayoría de hombres gitanos se les obligó a trabajar en los arsenales del ejército y en las minas de Cartagena, Cádiz, Alicante y Ferrol. A los moriscos se les prohibió seguir desarrollando oficios fundamentales, relegándolos al trabajo del campo o las minas. De ahí la abundancia de cantes camperos o las mineras en el flamenco que reflejan la difícil realidad social y económica de la clase trabajadora y que la Inquisición prohíbe cantar. El corregidor de Carmona, en vísperas de la expulsión, se refiere a ellos como “gente miserable, trabajadora y jornaleros del campo". Aún hoy, el trabajo agrario es una de las señas de Andalucía. Atendiendo a estas últimas cuestiones, es importante destacar que la principal expresión cultural andaluza y una de los artes más vivas del mundo es el flamenco, nacido allá donde se sufre la marginación, la expropiación material e inmaterial, la miseria y la persecución. Los romances y las letras de los diferentes palos flamencos han recogido, a través de la memoria oral, la dualidad de la alegría y el dolor de todo lo que implica ser diferente, ser un felah (campesino) menkub (desposeído).

En otro momento de la historia, durante la Guerra Civil y la dictadura franquista (1939-1975), se adoptó una numerosa terminología relacionada con las Cruzadas o la “Reconquista” católica de 1492 en todo lo referido a la persecución del mal castellano-nacionalcatólico. Antonio Vallejo Nájera, médico recordado por sus planteamientos y trabajos realizados para la “depuración e higiene racial” durante el franquismo –de ahí que sea conocido como el Mengele Español, asociándolo con Josef Mengele y a sus infames acciones durante el exterminio nazi–, conectó en 1941 la degeneración que padecía la “raza española” con la herencia que existía de la población conversa en España. Así justificó el genocidio franquista, cuya intención era exterminar el “gen rojo” y perpetuar “la raza española”, basada más en paradigmas espirituales más que étnicos.

Andalucía es la región con mayor número de víctimas y fosas comunes de la Guerra Civil, casi 800 fosas comunes identificadas hasta el momento. El trauma de la exterminación de cualquier vestigio cultural andalusí, morisco, judío o gitano ha sido arrastrado a través de los años de una forma casi inconsciente, al que se le suma el golpe traumático de la represión franquista, un doble trauma histórico sobre un pueblo andaluz que deliberadamente posee uno de los peores datos económicos de Europa, los más negativos prejuicios, una asumida violencia estructural o la instrumentalización y folklorización más reduccionista de nuestra cultura, identidad e historia.


Proyecto expuesto en el Museo de Arte Contemporáneo José María Moreno Galván (La Puebla de Cazalla, Sevilla) y comisariado por María José Sánchez Gago y María Arregui.















































     
        
 


Escribe el escritor argentino Fernando Reati que “Ninguno de nosotros recuerda solo, recordamos lo que la sociedad nos permite recordar, porque el relato siempre es social”. Y en esta dirección encontramos el trabajo de María Rosa Aránega. Esta artista de origen almeriense, pero vecina de Cúllar Baza en Granada desde los 8 años, nos adentra en el universo de la posmemoria, algo que descubrirá de la mano de dos figuras familiares;  su madre y sus abuelas, tres referentes que asentarán un pilar de vital importancia en el desarrollo de su producción artística; la defensa de que toda memoria es una reconstrucción, más que un recuerdo. Es así como en su proceso de trabajo, los testimonios y las oralidades son esenciales para construir nuevas narrativas. Imágenes, que en muchas ocasiones se extraen de fotografías anónimas. Confiesa la propia artista que los trabajos fotográficos de Gerda Taro o Kati Horna fueron sus primeras fuentes documentales.

A lo largo de su trayectoria artística, hemos de destacar diversas muestras expositivas, como Medi Terraneum, El Silencio, Impulsos de Libertad o AbdPerpetuam Memoriam. De hecho, algunas piezas de estos proyectos se han rescatado para esta exposición Tormento de Mala Nube. Con este proyecto, María Rosa, nos propone un mapeado por las violencias ejercidas en el territorio andaluz, centrándose en dos momentos históricos clave; la definitiva conquista de los Reyes Católicos en 1492 y la Guerra Civil  Española de 1936. Ambos con un nexo en común;  el empeño de usar el concepto raza para argumentar la opresión  y discriminación de los pueblos. En este sentido, Aránega, tal y como argumentaba Walter Benjamin  en la Obra de los pasajes, ve necesario pasar el cepillo a contrapelo  por la Historia, en mayúsculas, por estos relatos construidos, contados y transmitidos con una sensibilidad que nos enmudece. Pero hemos de tener en cuenta que late en ella un concepto in continuum donde el pasado se imbrica con el presente en una tarea performativa que hace aflorar los fantasmas de nuestra historia. Es un concepto del tiempo totalmente abierto que hoy  seguimos padeciendo en conflictos internacionales, donde la intención del ocultamiento sigue propiciando atroces crímenes impunes. Respecto a ello, me gustaría  destacar la intervención artística realizada por la artista, donde nos relata dos episodios diferentes, en un mismo lugar, Almería y con tan solo 5 años de distancia en el tiempo: 1976 y 1981. En el primero, rescata la historia de Javier Verdejo, de tan sólo 19 años, hijo de un ex-alcalde, afín al franquismo. Verdejo, bajo una ideología totalmente contraria a su predecesor, se manifiesta en una acción reivindicativa en forma de pintada “Pan, Trabajo y Libertad” que queda truncada al ser perseguido y  asesinado a disparos por la Guardia Civil. En el muro sólo quedó escrito la palabra “pan t”. En la segunda las víctimas son tres jóvenes que de camino a una celebración familiar, son confundidos con miembros de ETA y un burdo proceso son detenidos, torturados y ejecutados. En ambos casos, los ejecutores quedaron prácticamente indemnes.
En dicha intervención, María Rosa utiliza la técnica del grafito, al igual que en el resto de su producción. Para ella el dibujo es una forma de acercamiento a pasados traumáticos, como la Guerra Civil o la represión franquista. La técnica le aporta sobriedad, simbolismo a una imágenes silenciosas, profundas, que nos sobrecogen.  Como diría Didi Huberman en su ensayo “Cuando las imágenes tocan lo real”, el archivo suele ser gris, no sólo por el tiempo que pasa, sino también por las cenizas de todo aquello que lo rodea y que ha ardido. Pero Tormento de Mala Nube puede que nos sea un título cercano:

No quieren soltar la prenda,
porque España la ganaron,
-golpe a golpe y muerto a muerto-
como trofeo de guerra.

Con frío rigor se echaba
una vez más el franquismo,
cinco muertes a la espalda.

Las cinco vidas tronchadas ,
con la libertad a su alcance,
a tiro de sus miradas.

Después murió el general
-Tormento de mala nube-
no hay mal que cien años dure,
Resquiecant in pace.

Letra de Francisco Moreno Galván. 

La exposición se encuentra vehiculada por diferentes letras de Manuel Agujetas, Manuel Gerena o el propio Galván que casan en total consonacia con las piezas realizadas por la artista. Se tratan de unas obras realizadas a ex profeso para este proyecto. Como la pieza de vídeo que podemos ver al fondo, donde se recogen imágenes de archivo, de violencias ejercidas a lo largo de la historia. De fondo, la voz de José Menese que interpreta el Romance de Juan García, que sale de su garganta como si de un grito se tratase, pues la artista de una vuelta de hoja y concede un mayor dramatismo al invertir el sentido del cante.

En este sentido cabe recordar  la obra Historia Social del Flamenco, del escritor Alfredo Grimaldos,  donde repasa cómo el flamenco se asienta en la segunda mitad de siglo como  canción-protesta,  voces como el mencionado Manuel Gerena, Enrique Morente o José Menese serían lo que se ha llamado la disidente voz del pueblo para el pueblo, en defensa del espíritu obrero, como poso de rebeldía, fruto de la persecución y la marginación. Esta marginación atenuada mayor aún en los pueblos o barrios del extraradio, como los que representa María Rosa en el ambiente granadino, los zarm, o barrios humildes como la Chana.

Texto de María José Sánchez Gago